DAROCA, DESTINO MUSICAL

 

En el siglo XVII Daroca tiene fuerza para ofrecerse todavía como un nuevo destino. Este nuevo motivo está asimismo estrechamente unido con el anterior. Esa convocatoria a tener presente a Daroca como destino, ese empuje peregrino por llegar a la Puerta del Perdón de la Colegial, atravesar su dintel y proclamar el favor de Dios sobre la ciudad con el singular evento de los Sagrados Corporales, se concreta y expresa en una gran actividad religiosa, cultual y litúrgica, en la que tenía singular protagonismo la música. Convocatoria y empuje que en el siglo XVII se concretó también en conocer y escuchar al organista de la Colegial, Pablo Bruna, que por haber perdido la vista en su niñez, era comúnmente conocido por “el Ciego de Daroca”.

No podemos pensar que la egregia figura de Pablo Bruna surgiera de pronto, como si de un nuevo milagro se tratara, en medio de un inmenso erial, desolado e inhóspito. No. De la misma manera que podemos ir ubicando históricamente los elementos culturales, los acontecimientos significativos y hasta el acontecer diario de cada época, que fueron construyendo y convirtiendo a Daroca en una ciudad señorial, asimismo, hasta alcanzar históricamente la ingente figura de nuestro organista, podemos ir señalando, marcando con mojones la extraordinaria evolución de la ciudad que, junto a otros ambientes culturales, artísticos y religiosos, propiciaron que fuera posible la rica personalidad musical de Pablo Bruna, hasta llegar a constituirse en reclamo de un destino deseado para ser conocido y escuchado.

Conserva Daroca muestras de su riqueza musical, testimonio del protagonismo que la música tuvo en la vida cotidiana de la ciudad, constituyéndola en ciudad bien sonora y armoniosa. Destacamos en primer lugar el mural del ábside interno de la iglesia de San Miguel, iniciada a mediados del siglo XII. A comienzos del XIV fue pintado el lienzo central de dicho mural con una espléndida de la Coronación de Nuestra Señora, flanqueada en ambos lados de la misma por un conjunto de treinta y seis ángeles, en sus correspondientes nichos, que cortejan la escena, de los cuales doce hacen sonar entre sus manos instrumentos propios de la época medieval, y que el pintor vería en manos de los músicos darocenses de su época, y 105 Oiría no menos frecuentemente. Los podemos reconocer: mandora, salterio, Corneta pequeña, rabel, arpa, salterio, salterio triangular, salterio de diez cuerdas, laúd, órgano positivo, Corneta grande, y címbalos, Cuando en el siglo XV se obró en la Capilla de los Corporales de la románica iglesia principal de Daroca dedicada a Santa María, y se decoró con relieves policromados de estilo gótico-flamígero, la nervadura y la culminación de la bóveda interior, inmediata al Sagrario de los Sagrados Corporales, se poblaron de pequeñas tallas de numerosos ángeles, de los que además de algunos cantores, treinta y ocho llevan instrumentos en sus manos haciéndolos sonar; algunos de los mismos son de singular importancia como el 0 ancestral salterio con un teclado integrado al mismo: Estos son los instrumentos que oímos y sonar en dicha capilla, y que testimonian una vez más la rica y variada presencia de la música por las calles, plazas e iglesias de Daroca: exequier, salterio trapezoidal, órgano manual positivo, rabel alargado de dos cuerdas, doble flauta con única embocadura, tamborino, timbales, mirlitón, flauta de pan o siringa, bombarda, y un conjunto de arpas y bombardas.

Este rastreo por los hitos históricos de la vida musical de Daroca todavía nos guarda ricas sorpresas. Una, la constituyen los íconos musicales que advertimos en las tablas góticas que hoy todavía podemos contemplar, testimonios de las muchas que se en los retablos de las numerosas iglesias existentes en la misma en los siglos XIV, XV y XVI. En ellas apreciamos figuras tañendo órganos positivos, salterios, arpas, rabeles, vihuelas de arco, danzantes, etcétera. Todavía podemos ofrecer otra sorpresa musical que nos hace revivir el rico ambiente musical de Daroca en siglos pasados. En el Archivo Histórico Notarial de Daroca se conservan numerosos protocolos de los notarios de esta ciudad y de lugares cercanos a la misma en aquellos siglos. Unos doscientos de estos volúmenes con protocolos notariales, que abarcan de los siglos XIII al XVI, fueron encuadernados, por razones prácticas, con pergaminos que otrora formaban parte de diferentes y valiosos códices litúrgico-musicales que los clérigos en sus iglesias y los monjes en sus monasterios utilizaban para el rezo y canto del Oficio Divino. Constituyen una muestra espléndida del uso diario de la música viva en Daroca, a la par que de la riqueza de estos códices que expresan la belleza de la liturgia de sus iglesias.

Además de “ver” y “contemplar” la música que constituyó parte de la Vida cotidiana y circunstancial de Daroca, todavía nos queda la riqueza de los testimonios escritos que reflejan vivamente esa presencia sonora y armoniosa en la ciudad. Daroca conserva ricos Archivos que nos hablan de la espléndida Vida musical que precede y acompaña a la presencia de Pablo Bruna. Lo hacen con todo detalle de nombres de músicos y oficios musicales; con la minuciosidad pormenorizada de las actuaciones de cada uno, y hasta con cierta pasión festiva en los relatos que nos ofrecen. El Archivo Histórico del Ayuntamiento guarda los Libros de Actas del Concejo de Daroca, de siglos pasados; mientras que el Archivo y Biblioteca de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora y de los Sagrados Corporales los Libros de Acuerdos y Resoluciones del Cabildo de la Colegiata de Daroca de los mismos tiempos.

Abrir los Libros de Actas del Concejo de Daroca es dar vida de nuevo a siglos pasados a través de los comerciantes, los artesanos, los habitantes, en definitiva de la Ciudad. Las decisiones del Concejo atañen a la gobernabilidad del lugar. Multitud de asuntos requerirán ordinaciones, otras, subvenciones o pagos. Y toda esa vida va a quedar fijada en las actas de los ediles. Si nos detenernos en nuestro terna – la Música en Daroca-, leer las Actas es comenzar a oír los más variados sonidos, los aires más dispares, los cánticos más populares, las danzas más llamativas, las chanzas musicales más jocosas y burlescas, por plazas, calles, en procesiones, romerías, festejos, cortejos, de la ciudad y de las aldeas de su entorno. A veces con detalle minucioso y gustoso, sobre todo cuando se cita la música y el músico con referencia a la grande y solemne procesión del Corpus, cuyo empaque se refleja hasta en nuestros días. Las Actas nos van mostrando a juglares y mimos, tañedores y cantores, con sus nombres y oficios, su raza y su religión, que cantan, tañen, suenan, soplan charamelas, tamborinos, atabales, sonajas, rabeles, trompetas, panderos, laúdes, vihuelas de arco, vihuelas de arpa, etcétera; que danzan y recitan, que crean corros y alegran la plaza en medio del bullicioso ambiente de las fiestas populares. Las Actas nos los sitúan también delante de estandartes, gremios, cofradías, peanas y santos, en las numerosas manifestaciones populares religiosas de la ciudad Y nos dan su lugar de procedencia, desde donde han llegado a Daroca. Esto quiere decir que en sus lugares propios allí la música vive gracias a ellos. Y los lugares de que nos hablan las Actas son muchos. Los han contado y han recogido su censo: treinta y cinco pertenecientes a la Comunidad de Daroca, y veintitrés algo más lejanos, repartidos entre la provincia de Zaragoza y la de Teruel. Y todos tienen presente que su música será mejor y cumplirá con mayor sonoridad y afecto Si suena en Daroca, sola y en Conjunto. Todos sienten en su interior un deseo: destino Daroca; llevar su música a Daroca El día que nació Pablo Bruna, se meció en la Cuna rebosante de música de su ciudad, que le impregnó de sonido, de alegría y de paz sonora.

Si Daroca, esbelta, aguerrida, sonora, alegre, festiva, era el lugar existencial, que enorgullecía a Pablo Bruna, aunque estuviera privado de vista; sin embargo era la Colegial de Nuestra Señora, y su órgano, el lugar privilegiado para su vida interior, su pensamiento religioso, su inspiración musical, su talante artístico, su fuente de creatividad, su vida de tañedor de ideas e intentos musicales, cuya estructura musical y armónica claramente porque constituían parte de esa vivencia interior de su existencia. Y este ambiente también le acunó desde su nacimiento. Daroca fue llamada “la Ciudad de los siete sietes”: entre los mismos “siete parroquias”, “Siete conventos” y “siete ermitas”. Y muy bien podemos suponer que esas iglesias y conventos sumarían, por lo menos, catorce órganos; y me atrevería a colocar algún otro gano más en alguna de esas ermitas. Pablo Bruna oyó, sintió el órgano como una forma de vivir y creció el órgano con él y él con el órgano al mismo tiempo. Por eso no es de extrañar que a sus quince años, jugando y enredando con las teclas, el Cabildo dela Colegial comprendiera que aquel pequeño, enredador e inquieto como tal, podría ser un digno organista para su iglesia. Que es mucho decir. Es ésta una de las más hermosas historias musicales que con todo detalle y contenida emoción se leen en los Libros de Acuerdos y Resoluciones del Cabildo de lo Colegiata de Daroca. En ese ambiente musical se desarrolla la Vida humana y también la musical de Pablo Bruna. Ello explica sus extensas composiciones musicales; su fama entre sus conciudadanos y extraños, peregrinos para contemplar los Sagrados Corporales y, de paso, al famoso organista ciego de su iglesia; sus discípulos, que ocuparon los más importantes lugares musicales en el amplio mapa que va de Daroca a la tierra de Levante; el que junto a él crecieran musicalmente figuras de la talla intelectual y musical como la de otro ciego músico, fray Pablo Nassarre, 0 las de sus sobrinos, Diego y Francisco Xaraba y Bruna, hijos de una hermana, que tuvieron destino final en la Capilla Real de Música de Madrid. Con Pablo Bruna la Música también tuvo ese empuje alentador, destino, Daroca.

Afortunadamente siempre hay amigos de Daroca, estudiosos de su historia y de su arte, que querrán saber algo más de todo esto. Podemos indicarles los siguientes trabajos: Lucía Pérez, “Juglares y Ministriles en la procesión del Corpus de Daroca en los siglos XV y XVI”, en NASSARRE, VI-1, 1990; pp. 85-178. La misma autora firma el trabajo Corpus a través de los siglos”, folleto-encarta de las fiestas del Corpus Christi de 1989, editado por el Ayuntamiento de Daroca. Pedro Calahorra: “Pablo Bruna, “El Ciego de Daroca”, en Anuario Musical, XXII, 1969, pp. 173-195. Del mismo autor, “Dos inventarios de los siglos XVI y XVII en la Colegial de Daroca y dos pequeñas crónicas darocenses”, en REVISTA DE MUSICOLOGÍA, III, 1980, 1-2; pp. 33-75; así como el folleto “La Música en Daroca”, editado por el Ayuntamiento de Daroca para las Fiestas del Corpus de 1979, fecha en que se conmemoraba el tricentenario de la muerte de Pablo Bruna. 1679-l979.También, “Libros de acuerdos y resoluciones del Cabildo de la Colegial de Daroca (Zaragoza) 1529-1852”, Documentación Musicológica Aragonesa II, Sección de Música Antigua, Institución “Fernando el Católico” (Zaragoza, 1990).

Texto de: Pedro Calahorra, Institución Fernando el Católico